miércoles, 11 de julio de 2012

El hombrecito




Esta historia comienza donde terminan otras. Porque el comienzo es el final de algún suceso. En los valles de una ciudad bien lejana; en donde los cuentos de hadas no existen; en donde los hombres son descoloridos y sin nombre. Ahí en ese lugar yacía un pequeño hombrecito de rostro muy risueño. Su canto era tan dulce como el sonido de un arpa. Sus ojos sonreían y brillaban en medio de todo ese desazón. El cargaba un libro con las hojas vacías. Se preguntaba si alguna vez encontrará a alguien que le pueda ayudar a escribir, ya que él no sabía hacerlo.
Nadie sabe cómo, ni cuándo, ni de dónde proviene aquel hombrecito.  Unos dicen que proviene de las sombras de algún libro sin leer. Otros dicen que fue algún hijo de un artista frustrado. Un viajero dice que nació de las lágrimas de algún pobre vagabundo, el cuál era ciego, este narraba historias increíbles con una dicción extraordinaria. Desde grandes montañas en el Medio Oriente, viajes a través del océano, batallas épicas en las que se encontraban los dioses griegos como principales personajes. Aquel hombre pasó así el resto de su vida, hasta que contó la historia de su vida. El único hombre que la escuchó, al terminar de contemplar todas esas imágenes en movimiento dentro de su cabeza se dirigió hacia aquel vagabundo. El viajero le regaló un libro en blanco para que escribiera sus anécdotas. Ya era demasiado tarde. El pobre hombre había dejado de mover sus labios. Su corazón dejó de entonar al ritmo del compás de la vida de “este” como conocían al vagabundo. Sin antes derramar un par de lo que parecerían ser lágrimas sonoras. Se percibía a los lejos de tono apacigüe con ambiente melancólico el “Requiém de Mozart” Estás lágrimas cayeron sin prisa entre las hojas del libro que el viajero le había obsequiado a aquel “desdichado”. El viajero prosiguió con su camino, pero primero se dedicó darle la debida sepultura a aquel hombre que cautivó su imaginación. Lo que no se había percatado el viajero, era que el libro había quedado estancado en el sitio del deceso de aquel hombre sabio que vivió su vida creando escenarios que las personas con ojos “lúcidos” verían imposible alcanzar en los más enigmáticos de sus sueños.