jueves, 25 de diciembre de 2014

La ironía de la palabra está en que se la puede malinterpretar como una imagen; por eso no confió en ellas. Ni en las mías, ni en las ajenas. Todas se distorsionan, cambian a través del tiempo, región, o su tergiversación por las invasiones o diasporas que la tierra ha sobrellevado. La inestablidad trasciende, tanto que posiblemente en un par de siglos, alguien necesitará estudiar para entender este lenguaje. Lo que no comprendo es como se le puede encontrar belleza a estos fonemas, si son un material para que nuestra memoria asocie ese algo, para que deje de ser una imagen o una abstracción. Es cierto que en la música se ha creado la escritura, para que los sonidos queden grabados sin sufrir tanta alteración; pero al menos, no se necesita conocer dicha escritura para desempeñarlo. Se la siente en las vibraciones que emana, mientras, crea un nuevo entorno con la misma espontaneidad con la que todo ser vivo se convierte en un inmortal en alguien más.