lunes, 27 de agosto de 2012

Eternidad diaria




Las palabras estancadas no pueden encadenar al viento
Ni meterlo dentro de una caja para esconderlo
Recuerden que el viento no le pertenece a nadie
Este solo nos abraza cálidamente dando vida mientras en
el firmamento luce su esplendor en el abismo esbelto
Porque ahí habita el infinito, el reino de los ciegos
Sabios son los que no pueden ver ni oir
Ellos crean su propio mundo, su propio existir
No se tropiezan con las montañas de azufre
Ni desfilan cerca de la cornisa
Ellos no la ven, ni la sienten; he ahí su suerte
Mientras tanto nosotros nos contentamos con
Los llantos de los mares que emergen diariamente
cautivando nuestro sentir con su rugido sosegado
mientras el latido de las aves gimen sin sufrir
ascendiendo hasta el más alto de los cielos
se pierde entre la inmensidad del espacio
en el mundo de las plumas de papel
son paridos por mentes sin cadenas ni condenas
que transcriben más paraísos que tristezas
para cautivar al inocente, libertar al pagano
y para engañar con la verdad al engañado
parafrasean su vida en una noche sin camino,
en un amigo sin destino que se jacta
de su fortuna no poseída, que se jacta
de su tragedia, la disfrazada de comedia
para ocultar su vergüenza de poseer
nada más que una “dignidad” colgada
en una pared muerta que se cae deprisa
tanto como las cenizas se llevan nuestro
dinero, nuestra espíritu, nuestro tiempo
sin tener algo como detenerlo más que
la muerte misma, porque la rutina
mata todas nuestras vigor como el calor
succiona la vida de nuestra alma
con un soplo a la eternidad diaria (constante)

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