domingo, 9 de febrero de 2014

La suerte de ser un pez

Ser un pez en un mundo de gaviotas no es agradable. Esto de subir a tomar oxígeno sigiliosamente no es mas que un eufemismo de vida. Divisar que aquel volátil animal no me cercene con su pico. Enfrentar a enormes depredadores en un mar en el que todos quedamos pequeños, absurdamente minúsculos debajo de las resplandecientes estrellas que suelen atrapar consigo a la noche. Tomar bocanadas de aire paulatinamente sin importar como luzca el horizonte;  con la vaga dignidad de no ser atrapado por aquel ave que ronda en la superficie, esperando por un cadáver aún no desfallecido. En el firmamento de esta, en todo su esplendor, yace el castigo de carecer de alas, de tener unas miseras escamas y una cola, con la que no se puede ir más allá de este "glorioso" mar. Aterrorizado por la ironía de que el hermoso sol es malévolo, a pesar de su estruendoso atuendo llamativo; revela mi presencia ante cualquier posible amenaza. ¿Cómo dejar de lado esta paradoja? El sol es vida, pero para mi, es una despiadada mentira. ¿Acaso me engendra para exponerme en una muerte cruel a manos de un despiadado ser? Me da más depredadores en los cielos, en la tierra, en el mar ¿Estos no son suficientes para el basto océano? Si tan solo me dijeras que sería el reemplazo del viento, ahí te dejaría mis aletas.



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