En el polvo del tiempo se estancan los momentos. Como tierras movedizas te guían hacia el final de la travesía. En la rutina del nacer y morir se ha vuelto un hábito en la vida. En algunos casos basta una chispa. En otros, se necesita luchar para surgir de la nada. Lo distante no tarda en desaparecer. En un instante el día llega a oscurecer. La lluvia baña las cercanías del Edén. Decorando con sus gotas los caminos remotos. Caen precipitadamente, palpitando los rostros rotos sin ojos. Esos que observan lo utópico. Ellos poseen cuentos e historias jamás compartidas hacia el prójimo. Sus anécdotas son desconocidas, su voz es extraña. Los oidos no pueden escucharla, la vista no alcanza a observarla. La razón por cual es esquiva a nuestros sentidos es porque se agrupan en sitios desolados. En esas praderas lejanas de la contaminación del ser humano. En esas tierras donde el arcoiris posee todos colores, y no solo los 7 que nos limitamos a contemplar. Encierran el encanto de una hoja en blanco, la ilusión de una hechicera y el sueño de un enano.
martes, 20 de septiembre de 2011
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