Todo se vuelve tan innecesario cuando surge la huída. Los
vientos traen la ceniza de los papeles desechos por el fuego. Su ardor desató
la ira y aprisionó a las letras; llenas de recuerdo, al olvido. Su verdadero
rostro rodó cerca de dónde la tinta fue derramada. Tinta roja, tinta negra
¿cuál es la diferencia? Las dos manchan, las dos sangran, las dos te matan con
una punzada de manera tan delicada cómo cuando el amante roza la piel de su
amada. El papel no pudo hacer nada ante semejante situación. El dijo: Yo un
papel no soy nada para el dios fuego. Aquel dios(dueño de la verdad
absoluta, este, es uno de sus más preciados hijos) mandó a la hoguera al papel
que deseaba expresar el pensamiento de alguien más; es posible que tenía las
agallas de expresar los anhelos y las desilusiones de lo que yacía en el tintero. La
pluma también tendrá que pagar por sus actos y ser condenada nuevamente; aunque
a veces parece que ya está acostumbrada de que la trasladen a un sitio a otro.
El tintero solo sirve para su “inútil” tarea de servir. El no es servido porque
siempre se le ha inculcado que eso es malo para el tintero. Las plumas deben
aprovecharlo hasta que se torne obsoleto. Es ciclo de la vida según el dios
fuego.
La tinta, no nos olvidemos de aquel frenesí lleno de misticismo.
Silenciosa, se apodera de lo que toca. No pide permiso, es libre… libre de
desperdiciarse, libre de usarse sabiamente, libre de morir y matarse entre
el lapso de un “Simplemente es…”
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