Al parecer me gusta vivir en una agonía constante. Veia el mundo de una manera utópica. Que iluso fui lo admito. Era cegado por la sombra de un optimismo absurdo. Todo iba a ir bien (Si, claro). Era muy bueno para ser verdad como dicen. La calma habitaba, hasta que se me ocurre hablar con el dueño de aquel aposento. El me dice lo que no poseo. Le dije: Usted tiene la razón soy un Don Nadie, un pobre diablo y todo lo que no quisiera que sea su hijo o el prometido de su hija. Ya se que mis posesiones son un pan con moho, una manzana mordida y unos harapos. Que no tengo donde quedarme muerto. Mas me vale ser un forastero en pueblo ajeno que vagabundo en el mio. Asesinaré mi pasado. Lo enterraré como el mar lo hace con sus tantas victimas. Todas esas cosas que deseaba ser y aprender morirán con mi nombre. Sabes al parecer me gusta vivir en una agonía constante. Esta vez me tocará despedirme de mi comodidad. Me volcaré en la realidad. Me despido de la bella música de Beethoven, Mozart, Chopin y tantos otros. Si existe otra vida espero realizar esa fantasía. Porque me encuentro danzando cerca del hombre del velo negro. El no me quitará solamente el martirio. Ese que se estableció en mi. Alguien cercano a mí me ayudó a retornar al hogar del polvo. Al camino de los que deambulan sin cesar hasta que el aliento culmine bajo tierra. A ese espero ir sin regresar. Mi infelicidad es lo único que dejaré. Sean felices porque yo me conformo con sufrir hasta que me llegué la hora de partir al más allá. Lo más probable es que demore en topar con aquella ladera. Esta bien. Al fin y el cabo tal vez sea feliz en algún lado cerca de estas palabras. Ser feliz de que por lo menos mi no felicidad será lejos… lejos de los que tuvieron la fortuna o desgracia de conocerme, de compartir algo con este ser. Esto se volvió una larga despedida para un corto ADIÓS
jueves, 6 de septiembre de 2012
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