jueves, 3 de marzo de 2011

El payaso

El payaso se esconde atrás de ese maquillaje, sus gotas no son transparentes. Ellas son salen de esos ojos sollozos, atrás del escenario, entre elefantes, leones y hombres elásticos. El payaso es un hombre disfrazado, con una nariz roja tan falsa como esas pelucas que usaban en esas épocas, donde los reyes poblaban y algunos se jactaban de tener joyas, tesoros o ropa elegante. El payaso no tiene de que jactarse. La vida no ha cambiado mucho, ahora visten diferente nada mas. El payaso no tiene de que enorgullecerse, las risas no lo hacen rico, y la fama no lo hace feliz. El tiene una sonrisa pintada, pero no en sus labios, el tiene una sonrisa pintada, porque así la profesión lo dispone. El actúa para el aplauso, eso no se lo puede guardar en un bolsillo, ni tampoco da de comer al estomago de un afligido. Por otro lado, si no tiene aplausos, el payaso no podrá ganarse su alimento diario. Sus trucos no sirven en la vida real. Los animales con globos se desvanecen más rápido que los reales. El parece ser un dios, aunque todos saben que es un simple bufón. El no pretende ser otra cosa que un esclavo de las mentes, ser encadenado a dentro de las mentes de las personas. Porque así subsistirá hasta que ya no le encuentren chiste a sus actuaciones o hasta que el aliento del payaso sea enterrado entre los matorrales, en donde arrojan los desperdicios del circo. El continua en ese circo, porque ahí fue donde lo dejaron huérfano. Ese es su hogar, ahí fue donde aprendió todo lo que conoce. El payaso tuvo como padres postizos a varios compañeros. La mujer barbuda, el hombre bala, el mago, un hombre musculoso, una adivina. Los otros payasos podrían ser llamados sus hermanos. Aunque a diferencia de él. Ellos si tuvieron padres que guiaron sus pasos. En su infancia él adquirió el conocimiento de diferenciación de colores y texturas. Se lastimo varias veces, en otras fue por experiencia de sus colegas. No tuvo juguetes como muchos niños, o por lo menos no era comunes como los que se le darían a un niño. Jugaba con dardos, con fuego (se quemó algunas veces), con los elefantes, con los monos amaestrados. Sus padres adoptivos le enseñaban ciertos oficios. A edad temprana practicaba el arte de los malabares. Así mismo le tocaba ver como amaestraban a los leones. A la diferencia de los otros, el no había visto un león. El confundía su pelaje con una corona. Cuando andaba cerca él les hacia reverencia. Mostraba un respeto impresionante, hasta tal punto que los miraba desde abajo. Si ellos estaban a su altura, el se arrodillaba, como si el león fuera el rey, y su palacio fuera el circo en el que él estaba de sirviente. En el noveno cumpleaños del payaso, cerca de su cama halló una caja unos zapatos largos. Se los mostró a sus padres postizos. Ellos no sabían como decirle que tenia que hacer algo por la vida. Y la ocupación que pensaron que encajaría el niño seria la del payaso. Sus padres postizos, llegaron a ese circo. Después de sufrir las burlas de muchas personas. Ellos querían darle al niño la profesión, en este caso, la menos complicada desde el punto de vista de ellos. Así sucesivamente en los otros cumpleaños le regalaron maquillaje y una nariz roja. En su juventud el payaso la pasó desolado. Sus padres postizos los perdió hace poco en un incendio en el que trataron de salvar lo que mas posible. Algunos animales murieron, otros fueron despreciados por el dueño del circo. ellos fueron arrojados al exterior. El payaso no pudo rescatarlos porque el exterior es extraño, es desconocido para el. Otra razón es porque el circo siendo su cárcel, era su hogar. Sin embargo el no lo aceptara, el formaba parte eso, y tenia que seguir ahí, ¿en que otro lugar un payaso tendría un “refugio”. El payaso dejo de ver el sol en esa etapa de su vida. Comenzó a trabajar, porque el que no trabaja, no come, y sino comes, mueres. Limpiaba los desechos de los animales, limpiaba el estrado, y de esta manera el tenia que preocuparse por mantener ordenado el circo. Un día el cirquero se le acercó y le dijo: Muchacho, ahora que has crecido, busca algo que puedas hacer en este circo o estarás atrás hasta Dios sabe cuando. Entonces el payaso probó de todo. Intento ser acróbata, se rompió una pierna. Mago, no tenia esa virtud del engaño. Su cara era común y corriente, y su fuerza física era tenue. Alguien lo aconsejo, ya que muchos payasos habían renunciado y a otros les toco su hora. Fue al camerino, y busco en el desván, algún traje de payaso que le pudiera quedar. El mas pequeño le queda tan ancho, que parecía que dos personas mas entraban ahí. El salio al estrado, el sabia que iba a ser calificado por el cirquero. Copio globos y le dio forma de animales, eso fue lo que lo salvo de no ser botado. Ese truco se lo enseño un viejo amigo, mucho antes de que huyera sin decir adiós. El cirquero lo advirtió, tienes una semana para realizar este acto o te volverás a limpiar los desechos de las bestias. El payaso tuvo que arreglárselas con el monociclo. Cayo tantas veces al suelo que le quedaron cicatrices en las caras y en los brazos. No llegó a dominar ese acto, hasta que perdió el miedo de caer, el miedo a lastimarse. Un domingo, en noviembre, el payaso se estrenó en las carteleras del circo. Al principio estuvo nervioso, la ansiedad consumía su cuerpo. Cuando salio a realizar su acto, el payaso se tropezó y se golpeó duro en la pierna. Todos pensaban que él estaba actuando, y no tardaron en reír y bularse, del payaso. El los miró, se levantó y no fingió, les dio una sonrisa. Hizo los malabares, cogió el monociclo y continuó. El perdió el miedo a equivocarse, el miedo a caer. Puso en practica lo de los globos. Observó una niña que se parecía a él. No por lo físico. El payaso era de tez blanca. La niña era de piel canela. Le dio un globo. Se sorprendió igualmente lo aceptó. Ella estaba asustada. Desconfiaba del payaso, porque al ver su cara, se dio cuenta que no se lucía como las otras. Está estaba pintada, parecía que algo ocultaba. Cuando observo detenidamente el payaso le regalo algo más. Le regalo una sonrisa. Esa que solemos perder o suele desaparecer a través de los años, matándola poco a poco, enterrándola bajo tierra, mezquinándola, mandándola a la hoguera, para que allí muriera.
En la adultez el payaso continua en ese circo. El seguirá ahí. Dando lo único que posee, su sonrisa.

2 comentarios:

  1. la realidad de la vida del payaso... tienes razón, el nunca rie porque su corazon se lo dicte, o porque tenga emociones... toda su vida ha sido un calvario y solo posee una risa fingida, de esas que vemos hoy en dia o que muchos sacamos al aire para no sacar a relucir lagrimas que la vida nos da por medio del destino

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  2. nos concentramos tanto en la perfección sin saber que es lo minimo en lo que debemos preocuparnos aveces lo único que nos hace especiales son aquellas equivocaciones que alguna vez fuimos incapaces de reconocer como aquellas que nos llevarian a la victoria.. asi como el payaso los mismos errores que cometia fueron los mismos que los llevaron al éxito...

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