miércoles, 23 de marzo de 2011

Verdad

Mis pasos pisan el cielo y el infierno en el mismo momento. Me pregunto si el cielo es un oasis, y el infierno un espejismo, no se cual es el real y cual es el ficticio. Comienzo a divagar, llego a tal punto de olvidarme como reír o llorar. El entendimiento no da tregua, llena mi cerebro de tantas ideas. Unas malas, otras buenas, quedan varadas en las laderas de la imaginación. La realidad es una fantasía anhelada, así esta sea mala, será menos dañina que el limbo en el que habito. No hará sangrar mi piel rasgada, llena de cicatrices. Ella dejó de gemir, se lamenta en el silencio, le susurra a mis entrañas, pidiéndole un poco de calma, en el momento en que las palabras se vuelven escasas entre los labios resecos. Ellos suspiran arena del desierto, polvos de la tierra de los calores infernales. Mientras que los dientes de hojalata brillan con tal luminosidad, que al pasar cerca de ellos puedes perder la vista al instante. Enceguece hasta el mismo horizonte. Y el sonido que realizar al masticar suele ser apacible. No es bullicioso, a pesar de que ciertas veces produce sonidos latosos que irritan a las creaturas de las alturas y a las que se arrastran por los senderos. Es una melodía, que si bien carece de dulzura en ciertas ocasiones, sin embargo a esta le sobra valor. No tendrá esa musicalidad de Beethoven, ni el encanto de Narciso, ni la belleza de una sirena. Pero lo atrayente es de donde se origina. Si la escuchas con atención caerás en cuenta de lo que digo, sabrás quien es ella. No es difícil de percibirla. Ella es la voz de la verdad.

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